viernes, 12 de diciembre de 2008

Jott & Yerf Crossing the Baltic Sea Vol. 1 The Series







El amigo Jotto aún sabiendo que tengo una YBR 125 y una Daelim S-Five 50 (en venta a precio de risa, por cierto) me quería vender la moto de que en Finlandia no hacía frío, no mucho más que un día de invierno en Finlandia, que me llevara bañador y chanclas que íbamos a tomarla en las terracitas de Helsinki.




Primera imagen en suelo finlandés


Al aterrizar y tras los primeros contactos con los lugareños me di cuenta que efectivamente allí todo el mundo habla inglés, pero no que hable inglés, sino que lo tienen ahí bien metido en la cabeza, como si el idioma sajón fuera el suyo. Y con esto del inglés me hago una pregunta que no tiene nada que ver: ¿llegarías 40 minutos tarde a buscar a un amigo que te ha venido a ver y se ha recorrido 3000 kilómetros? Jotto sí. Tras el pospuesto pero emotivo y deseado encuentro en la estación de tren de Helsinki anduvimos un poco por el insulso Helsinki.



Esta foto es en el Rax, para mí un equivalente al Alex en Alemania, es decir un lugar al que recurrir para comer en los viajes. Un buffet de comida sana y equilibrada en el que comes sin límite por 8 leuros, cantidad increíble para los precios finlandeses. Señalamos a nuestros más duros competidores por el título a gochos del día; si Helsinki tiene poco que ver, hace frío y hay que hacer tiempo para cruzar el Báltico hacia la sucia Tallin por qué no echar horas comiendo en el Rax.


La falta de organización y la confianza ciega en la improvisación hizo que perdiéramos nuestro ferry de las 18 horas y hubiera que esperar al siguiente. Bueno, no todo iba a ser malo, esto sirvió para onocer todos los muelles del puerto de Helsinki, conocer un taxista amiguete que no era capaz de emular a Ari Vattanen y una de las primeras anécdotas, una de esas personas atraídas por el imán de personajes que llevamos en el bolsillo: una señora que vino mirando fijamente a la gente que estaba sentada esperando al ferry, pero fijamente quieta a un metro de distancia. Yo estaba tumbado y decídí levantarme para cederle hueco, un poco por deferencia y un poco por miedo. Una vez sentada, la señor mantuvo una airada conversación con su periódico. Yo, mientras de parrafada al móvil con Adriana, hasta que la señora decidió que no le gustaba mi conversación por móvil y empezó a echarme todo tipo de maldiciones. Ante ésto sólo podíamos ir a por cervezas para el viaje.




Las marcas favoritas de la zona


Una vez atracó a deshoras el barco en la sucia Tallin nos dirigimos a coger albergue confiando una vez más en la improvisación. Esta vez hubo suerte. Dió tiempo a dar una pequeña vuelta y ver qué se cocía en la parte vieja de la ciudad.




Jotto saca unas coronas estonias, operación que tuvimos que hacer a menudo ya que la república ex-soviética tiene de barata lo mismo que el metro cuadrado en la calle Preciados. Cómo nos dolía la sangría monetaria...


Al día siguiente nos levantamos con el ánimo de dar una buena vuelta por la ciudad, en plan con tiempo, a las 12 y media, y porque nos despertó la recpecionista para que nos piráramos, esta vez con calma y paciencia, no como le pasó al Jottuel en su anterior visita a Estonia. La primera tontería la cometimos desayunando en un sitio que resultó ser pijo en un centro comercial de Estonia, ¿en que estaríamos pensando?, así que venga, de nuevo roto el presupuesto.




Desayuno capitalista en país ex-comunista




Casitas típicas del centro de Tallin, en la parte interna a la muralla, en la zona del albergue.




Lo que podría ser la plaza mayor de Tallin, donde habían puesto el manido mercado medieval que tanto se estila por Alcalá. Había un escenario en el que algo más tarde tocó un grupo que podría ser El Canto del Loco estonio, Jotto desplegó un breve baile en primera fila llevándose con ello la distracción moméntanea del cantante, quien no podría esperar algo así dado la frialdad reinante en el concierto, la gente dejaba un espacio entre el espacio y primera fila y bailar aunque fuera con la cabeza estaba terminantemente perdido.





Había que comprar el recuerdo típico, y la que se llevó el gato al agua o la pasta al bolsillo, fue esta señora, ¿por qué? por majeta, siendo como era, era imposible no comprarla a ella, además estoy seguro que habría sido igual de simpática si no la hubiéramos comprado nada. Me encanta esta foto, el colorido puesto y el detalle de Jotto en el espejo.




Una foto en una de las antiguas iglesias que hay por el centro de la ciudadela.




Alejándote del casco antiguo empezaban a verse barrios de aspecto más comunista, lo único que recuerda el pasado bajo el influjo de Moscú.


Después de todo el día de paseos arriba y abajo por las calles de la sucia Tallin había que conocer la noche del lugar. Pero no íbamos a hacerlo sólos, iba a formarse todo un equipo, un team por lo internacional del grupo. En el albergue conocimos a un italiano majete, Cristian, era un poco fantasma, pero se agradecía ya que la gente del báltico que habíamos visto por el viaje no era muy comunicativa. Resultaba que visitaba sólo la ciudad así que estaba predispuesto a venirse por nosotros. Luego cenando conocimos a un autraliano, el australiano era un rancio como veremos más tarde. Un rancio como todos los australianos, eso del surf y las mechas son mitos. Así que la noche empezo así, y empezó mal, porque, llegamos a un bar de corte mafioso, con pelea incluida, y donde podía haber gente durmiendo en la barra, no es coña, se respiraba tensión. Para animar al grupo me dio por invitar a una ronda de 3 jarras de cerveza para los 4, para todos. El concepto "para todos" el autraliano no lo entendía, se agenció una de las jarras para el solito. Además le daba por estar sentado y no hacer nada, en qué hora le convenceríamos para salir pensábamos Jotto y yo. Le estábamos empezando a odiar. Así que el equipo causó una baja y empezó a ser de 3 personas. Cambiamos a un bar que ya era mejor, y estaba bien, precios razonables y los éxitos musicales mundiales, y ambiente relajado. Allí, el italiano se dedicó a lo que Jotto y yo denominamos "deambuleo" y ya fuimos por nuestra cuenta. Al final la noche se desarrolló sin ataques mafiosos y todo fue bien, hasta conocimos un bar que estaba de putísima madre, era como un palacete con habitaciones grandes y muy buena música, sonando hasta reggae y drum n' bass, eso sí, si había un incendio en ese sitio palmábamos todos.

Al día siguiente prontito a coger el ferry de vuelta, y cómo no, lo perdimos. Venga, más horas muertas hasta el siguiente. Y aquí toca hablar del ferry. Entre todas las capitales del Báltico hay líneas de ferry, son muy populares, y es muy habitual que por ejemplo, los finlandeses pasen el finde en Tallin y de paso se traigan alcohol en abundancia, ya que es más barato. El perfil del viajero finlandés es el siguiente: pareja de 40-50 años, ropa gris/negra, carrito de compra lleno de cajas de cerveza o vodka. El barco es una horterada a gran escala: tiendas, restaurantes, pequeño casino, escenario musical, etc. En ese momento Jotto y yo odiábamos a Finlandia y sus habitantes y ya sabíamos que cargaríamos contra ellos en el blog.





Este hombre, animado por el alcohol o porque sí, se marcó delante del mundo un baile de unos 10-15 minutos sin exagerar. Sólo le "jaleaban" -unas palmas- un grupo de 3 señoras, el resto del respetable miraba impasible, no ponían malas caras ni les hacía gracia, sólo miraban. Él a lo suyo. No era un actor de la tripulación, palabra.


Bueno, después de ferry y tren, por fin llegamos a Tampere. La verdad que es más interesante que Helsinki. Allí que estuve en la residencia de nuestro amigo Joseja, en la resi hay muy buena gente y grandes personajes. En la noche pude ganarme el cariño de Grandetocho al darle unos consejos, me tomé esa libertad. En la resi lo impregna todo un gran ambiente de estudio y la fiesta se evita en la medida de lo posible. Pero lo mejor de esa residencia, es que pase alguien al lado y le oigas una puta frase que sólo podría decir Jotto, aunque ese alguien no hable español. Después de la paliza del viaje de vuelta, nos pegamos una buena sauna para recuperar un poco, pero oye, que no, que las saunas te dejan baldado, pero no, había que estar a tope y se salió. Y más a tope que nunca.




Hago acto de presencia en la exclusiva habita (con baño incluido) del Sr. Jotto en la residencia, representando Alcalá.

Después de la farra nos levantamos a la mil, y como anochece a las 3 de la tarde, pues nada, que no he visto Tampere de día. Hicimos una visita a Lapincari, otra residencia donde abundan colegas de Jottuel, allí hubo grandes anécdotas pero la mejor fue de camino a la resi. Un finlandés de mentalidad finlandesa estuvo a punto de atropellarnos, y no a puntito, sino a centímetros: íbamos andando por el medio de la carretera, y el pensó que como hacíamos mal pues que no estaba mal que ni frenara ni cambiara su trayectoria, pero un ágil salto hacia atrás evitó la tragedia, ni pitó, ni nos insultó, ni se inmutó, otro Iceman más. El domingo se me hizo corto, así que sin darme cuenta ya me estaba yendo, y como no podía ser de otra forma, con nieve.




Para más información: http://emitiendodesdetampere.blogspot.com