miércoles, 21 de octubre de 2009

Chocolate marroquí I

A veces encadeno varios viajes seguidos y alguno, sin merecerlo, se pierde en lo menos grato de la memoria. Sin embargo, al volver la calma, y gracias a la infalible memoria de la fotografía esos viajes vuelven a estar donde se merecen y uno vuelve a gozarlo dándole las vueltas que hagan falta.




Me encantan los viajes que salen de la nada. Siempre recordaré como una noche en el cuchitril de la Luna le comenté a nuestro hombre Charlytas que buscaba a alguien para ir a Nueva York. Él me respondió que buscaba a alguien para un viaje largo, por Vietnam o por Laos. Bastó esa conversación para que un mes más tarde compráramos un billete sin casi conocernos y para que unos meses más tarde hiciéramos -al menos para mí- uno de los viajes de nuestras vidas (véase http://indochinaenunmes.blogspot.com). En mayo Kike me comentó que si quería ir con gente de su clase a un viaje por Marruecos. Tampoco me contó mucho más porque poco más sabía. Le dije que sí y he de reconocer que durante un tiempo me olvidé del viaje. A la vuelta supe que ya no volvería a olvidarlo.



Kike me marca el camino a seguir en Marruecos, flow.


Marruecos no era uno de mis países favoritos, ahí al ladito, siempre mirando hacia arriba cuando mirando abajo y más cerca tenemos algo muy interesante. Un salto de agua de 12 kilómetros, y estamos en otro mundo. Tan lejos y tan cerca. Tan parecidos y tan diferentes. Un salto en el tiempo de 40 años, en algún pueblo remoto quizá más.



Magia.


Rápidamente tiré los prejuicios que sobrecargaban mi mochila. Sé que voy a volver y pronto. Marruecos es gente en la calle, es gente sola por los caminos, es gente sesteando, es la mirada furtiva tras el velo, es el sueño del fotógrafo, el paraíso del geólogo, el cielo y la tierra. Es el país que te recuerda la frase de que una imagen vale más que mil palabras.




Colores y olores.






Cae la noche en Marrakech el día que termina el Ramadán.





Ya sólo muestro amor, incluso a través de Internet. Va por ti, Kike.

lunes, 12 de octubre de 2009

Olimpiadas en Chicago II

Nunca he seguido un verdadero seguidor de Michael Jackson, lo flipo mil ahora con sus bailes y sus puestas en escena pero nunca me compré disco suyo ni le escuchaba “back in the days” en los primeros noventa, cuando siempre había algún imitador suyo en el colegio o en el barrio. Sin embargo, cuando me enteré de que era de donde venía pues rapidito fui a Internet a buscar la casa. En la Jackson Avenue con la 23rd, fácil de acordarse, la dirección relaciona a los dos Michael más famosos del mundo, Jackson y Jordan.




La calle de los mismos.




Senal de trafico junto a la casa del rey del pop.


Fue de lo primero que comenté a los españoles que vinieron a buscarme. Me dijeron que no habían ido, que no sabían dónde estaba y que Gary es muy peligroso.

Gary es una ciudad industrial, de negros y en estado de abandono total. Está en medio de lo que llaman el “Steel Yard”, es decir, donde se juntan todas las acerías de Estados Unidos. Son fábricas mastodónticas, por aquí están la “U.S. Steel Works”, la “Arcelor-Mittal”, la “Great Lakes Steel Industry”. Gary fue artificialmente fundada para dar cabida a los obreros de toda esta industria (justo ahora hay un cartel que celebra el centenario de la ciudad) y ahora muchas fábricas están cerrando. El resultado son los peores datos de paro y peligrosidad de Estados Unidos junto a Washington D.C. y Detroit. Por aquí la mala fama le precede, preguntes a quien preguntes.




Uno de los muchos locales abandonados a lo largo de Broadway Avenue, la calle principal de Gary, Indiana.


La vista que tengo a diario de Gary desde el puente no es la que tenía por un ghetto, y cuando algún día he comido allí o he ido a una ferretería no me han sacado ninguna pistola ni me han llamado “blanquito” pero con todo lo que se habla de la ciudad pues me daba que me iba a quedar sin ver la casa de Michael Jackson.




Una casa de Gary como tantas otras.



Así que cuando hoy al salir del curro un compañero ha dicho que si íbamos a ver la casa de Michael Jackson me ha parecido de puta madre. Está a unos diez minutos de la obra. Cuando me hablan de un barrio degradado me viene a la mente la Cañada Real o enormes bloques apelotonados de los 50 y los 60. Gary es una ciudad de pequeñas casas unifamiliares, chalets pequeños y de malos materiales pero con su jardín y su buen coche en la puerta. También es verdad que muchos de ellos están abandonados o quemados, no ves a nadie por las calles –aunque eso es típico aquí fuera de las grandes urbes, todo el mundo va en coche-, y para estar de acorde con el rollo peliculero pues los negros jóvenes te miran mal cuando pasas con el coche.




Ahi estoy como un pipiolo mas (el pelo lo llevo asi por el casco, amigos), justo por donde el pequeno Michael entraba a ensayar los pasos de baile, que si no el padre le calentaba pero bien.


Al llegar hemos visto una casa llena de productos en venta del artista de color cambiante. Nos hemos puesto a hacer fotos y el negro tocho que había nos ha dicho “No pictures here!!!”, nos hemos hecho caca encima, se ha reído y nos ha comentado que la casa del bueno de Michael no era ésa sino la de enfrente. En la casa no hay nada especial, ya han quitado las flores y las fotos. Queda el buzón y las señales junto a la casa llenos de firmas. El colega me ha estado contando cosas: toda la movida que se formó ahí cuando se murió, que la gente robaba el buzón y las farolas de la casa, que él vive algo más lejos pero que ha alquilado la casa de al lado para hacer negocio, que hace poco estuvo Spike Lee para rodar un documental, que él iba a salir en la película de Michael Jackson.




Aqui esta el tio que mercadea con el tiron del artista, me dijo que hacia bien en hacerme una foto con el, que salia en la peli de Michael Jackson y que iba a ser famoso.

Olimpiadas en Chicago I

Chicago: la ciudad del incendio; de Capone; de los mataderos; de Elliot Ness; de los periódicos; de los bloques de cemento como zapatos; de Jordan, Pippen y Kukoc –la conexión croata de Illinois decía el Montes-; de Obama. Realmente no estoy en Chicago, sino a 70 km. Dicen que aquí eso no es distancia, los que lo dicen deben de tener coche. Pues eso, que me hospedo en Chesterton y que curro en Gary –“The Steel Yard City” y “Michael Jackson’s childhood home” dicen unos carteles a la entrada-, ambos en Indiana, ni siquiera son las afueras de Chicago.

Ayer quería ir a Chicago, y como digo, sin coche propio, aquí no te lo ponen fácil. Buscando en Internet veo que hay una compañía de tren que va a Chicago, South Sore Lines, hay una parada cerca. Lo malo que los findes sólo hay tren cada dos horas, así que no está la cosa para perder un tren por lo que sea ya que además tarda una hora y media, sobre todo a la ida. Digo que la parada está cerca, a unos 3 km según el Google Earth, pero aunque quisiera ir andando no puedo, ¿por qué? Porque el hotel está en un centro comercial (un par de bancos, un McDonald’s, un Taco Bell, un Burger King, una farmacia, un Depot Home, el típico motel de las pelis donde van los senadores con chaperos y les pilla un fotógrafo y sale al día siguiente en una portada de un periódico que vende un niño con cara de pillo y gorra mientras grita “¡Extra, extra!”, etc) en medio de bosques y hasta la estación no hay aceras sino bosques y una autopista. Pues nada, pido un taxi para que esté en el hotel con antelación para que me deje en la estación.

Llego a la estación y hay un cartel que pone que la línea cierra el servicio por obras hasta Gary algunos fines de semana. Cojonudo. Esto que está en inglés y lo lees muchas veces para estar seguro. Sí, cierra algunos fines de semana por cambio de la catenaria, que la línea se reanuda en Gary y que hay un autobús que va hasta la estación de Gary que pasa 10 minutos antes de la hora del tren cancelado. El tiempo pasa y ese supuesto bus no viene. Veo que se me jode el día porque ya tengo que volver a pedir otro taxi para volver al hotel, hacer tiempo, ir en taxi a Gary, y todo esto para llegar a Chicago a la hora de comer. Pregunto a la poca gente que hay en la estación y no saben nada del autobús. Sigo leyendo el cartel como si sirviera para algo, como si de repente leyera que no es este el finde que se suspende la línea.

En estas llega una “pick-up” con cuatro cincuentonas, muy americanas ellas, y van corriendo gritándose entre ellas que pierden el tren. Cuando llegan les digo que no corran, que no hay tren. Y les empiezo a contar lo que he leído en el cartel. Se ponen a hablar entre ellas y por ahí en medio oigo “...Ok, we`ll go driving then...”. Y ahí se me enciende la luz. Me lo pienso pero pensar no ayuda y me digo “¡Ahora!, ¡ahora!” como se dice Zalacaín el aventurero para animarse cuando duda. Les digo que si me pueden llevar con ellas a Chicago, que les pago la gasolina.

Una –la desconfiada-dice rápidamente que no, que nunca han llevado a un desconocido en el coche. Otra –la líder- dice que bueno. Les explico un poco mi situación, que las entiendo, pero que quiero ir a Chicago como sea, que sólo tengo este día y no puedo ir de otra forma, que soy español, que me hospedo en tal y curro en cual. Una –la vacilona- me dice que si llevo pistola y se pone a reírse y a cachearme. El caso que hablando un poco más pues aceptan.

Rumbo a Chicago ellas cuatro y yo. La vacilona me dice que a ver si el que va a tener cuidado soy yo al ir con ellas. La líder se pone al volante, y va conduciendo bastante a tope. Voy de copiloto. Al principio hablo mucho, les cuento qué hago aquí y demás, les doy las gracias. Al rato ya estamos todos relajados. Me preguntan por España, hablamos de Chicago, de la peligrosidad de Gary, del típico “pues in my country...” que diría Jotto, nos reímos de que me hayan cogido. Llegando nos perdemos y se ponen a discutir entre ellas, cuando por fin estamos en el centro cuesta bastante encontrar aparcar, hace un rato que me han dicho que no voy a pagarlas la gasolina y cuando digo que al menos me dejen el parking me dicen que ni de coña, les digo que si al menos nos haremos una foto de recuerdo.

Deciden aparcar en los aparcamientos de un gran centro comercial que conocen en Michigan Avenue, the Magnificient Mile, la avenida de las grandes tiendas. Allí nos hacemos la foto, nos deseamos lo mejor, la desconfiada me dice que no haga eso de nuevo, que no toda la gente es buena, que “somebody may harm you” –ese lenguaje del miedo y la amenaza tan americano, como lo de “tengo un arma para defenderme, ¿qué voy a hacer si entra alguien en mi casa?”. Cuando dudo si darlas dos besos o la mano, vienen ellas y me abrazan. Una bonita despedida. Me quedo con este viaje en coche. Que en un país siempre hay gente para quitarte los prejuicios que tienes de ese país. Creía que lo había aprendido en Marruecos pero sigo sin aprenderlo del todo.



Ahi estamos, de izquierda a derecha: la lider (a la que gracias llegue a Chicago, la verdad) fue la primera que se presento y olvide su nombre, luego Terry la vacilona, luego Lane la que no hablo y por ultimo Tina la desconfiada. Grandes!!!

lunes, 31 de agosto de 2009

El Gruyère del Carmel

El Carmelo. La primera vez que supe de este barrio fue a través del Marsé, quién me contó de este barrio en el libro "Últimas tardes con Teresa". La realidad, siempre envidiosa de la fábula -que diría Montero Glez-, entró en escena quitándose de enmedio al Pijoaparte con un gran socavón. Para entonces el Carmelo ya se llamaba el Carmel y todos supimos de este barrio de Barcelona por televisión.



Proceso de hinca en una galería de metro.


También en la televisión políticos, periodistas y presidentes fumboleros nos cuentan batallitas. Historias retorcidas y sin gracia. Nos hablan de diferencias entre Madrid y Barcelona, yo he ido cinco veces este año y cada vez me creo menos estas historias mal contadas. Las calles de Badalona, San Adrià, Horta y el Carmel podrían ser de Madrid. El Carmel es un barrio hecho como se pudo en las laderas de una de las lomas que rodean Barcelona. Lo surcan estrechísmas y empinadas callejuelas, en ellas se apelotonan casas bajas junto a bloques de todo tipo. A cualquiera de los que vive allí le resultaría familiar ir calle Valderribas arriba hasta el parque de las Tetas en Vallecas.


En la estación de Metro de Horta cojo un taxi, y entre crisis y fútbol le cuento que voy a trabajar al Metro en el Carmelo. ¿Sí? Pues mira a la derecha. Ahí está todavía el agujero que se tragó dos bloques, para quien quiera verlo. Dudo de que quien pueda sentir vergüenza ante el vacío suba por aquí.


Quinientos metros más arriba hay una gran bóveda excavada en el suelo, la bóveda necesaria para construir una estación de Metro. Los bloques están tan pegados al límite del agujero que más vale que la blusa que se le cae a la del tercero se quede en las cuerdas del primero. Yo voy a una de las galerías que salen de la bóveda, por donde dentro de un tiempo pasarán la gente para ir de una línea a otra. En esa galería el terreno está blandito, por eso va a usarse la técnica de hincar arcos metálicos en la tierra, para más tarde sacar excavando la tierra que queda dentro del arco. Así sucesivamente, dejando hincados y soldados consecutivamente los arcos. Poco a poco, sin prisa, no queremos más socavones.

martes, 25 de agosto de 2009

Yo corazón Amsterdam

Si algo he aprendido en los viajes es que si subes más allá de los Pirineos hazlo en verano, chico. De junio a agosto, que en septiembre ya te estás pillando los dedos.



Sale el Sol y los holandeses se ponen hasta que lo haga el mismo.


Me encanta Holanda, sus casitas, sus pueblecitos, los campos con canales, lagos y molinos por todos lados, los campos de flores (son los reyes de la flora, del tulipán y de la sátiva), los bosques con ciclistas, y todas estas cosas que ya he comentado alguna vez. No obstante, todo eso no luce del todo, hay una pátina gris en el paisaje, falta esa bombilla enorme y gratis que sale por las mañanas y se va cayendo por la noche. Además, como vayas varios días pues alguno llueve. Eso sí, por esos lares, cuando el Lorenzo se levanta a tope pues lo gozas.




A principios del recomendado junio surgió un viaje urgente a Rotterdam, teníamos que ir Alberto (compañero y amigo, coetáneo, afín, y residente también en la Costa Marrón) y yo por allí. Cuando nos lo dijeron nos miramos desde nuestras respectivas mesas y se nos afiló el colmillo con disimulo. Cuando nos recomendaron que cogiéramos un vuelo a Amsterdam Schiphol y que desde allí mismo cogiéramos por nuestra cuenta un tren de tipo eléctrico que iba raudo y directo al pueblecito de las afueras de Rotterdam pues se nos afiló algo más el colmillo. Y fíjate que además nos dicen que tenemos que ir un día antes, que debido a la urgencia ya no quedan billetes para el día esperado. Ohhh, qué putada. Bueno, somos profesionales, iremos un día antes.


Así estáis el día anterior con calma, nos dijeron. Estuvimos el día entero en Amsterdam, pero con ninguna calma. Hacía un día cojonudo y la gente había tomado la calle, el populacho se había hecho fuerte en la calle y luchaba a brazo partido por la fiesta, viviendo el día como si fuera el último (¿habéis visto que de frases hechas en la misma frase?). Al buen tiempo se sumaba que era festivo en los Países Bajos, el país con la media de estatura más alta de Europa. Las terrazas de bote en bote, los artistas callejeros con más seguidores que nunca y los canales saturados de barcas, barcazas y barquitos llenos de gente con música y muchas latas de Heineken, el logo esta vez más sonriente que nunca.



La gente tranquilamente en la plaza del Dam.


Siempre que se va a un país se intenta comer lo típico del lugar. Así que entramos a la primera tienda de delicatessen que vimos. La tendera nos recomendó un producto gatronómico típicamente holandés, nos aconsejó que lo catáramos el mismo día pues había de tomarse fresco y asimismo desconocía las consecuencias que un viaje en avión podía conllevar en la delicatessen. Nos recomendó que acompañáramos el producto simplemente con agua y comentó que casaba perfectamente con dulces. Al despedirnos nos dijo con una enigmática sonrisa que la digestión a veces se hacía complicada, pero que no nos preocupáramos.


Masticando estas palabras nos adentramos en Amsterdam, que se había engalanado mientras estábamos en la tienda. Brillaba y rebullía como nunca. Las bicis pululaban por doquier, el sol se hacía hueco donde menos lo esperabas y todas las calles acababan en Amsterdam Centraal Station. De repente una agradable brisa te llevaba y sin darte cuenta estabas en Vondelpark. Otros turistas siguen tus pasos, ¿o les sigues tú a ellos? El caso es que entre duda e impresión oyes el jazz que vibra desde los clubes del centro, y un negro clavado a Rakim comenta algo de que chequee su melodía, que dice algo de una tal Lucía y no sé qué diamantes. Pues eso, que Amsterdam mola, pero que es la hora de irse a Rotterdam.



Los molinos de Kinderdijk desde la habitación del hotel. El hotel era una casita con unas pocas habitaciones, en medio del campo.

Allí trabajamos en una empresa situada en un pequeño pueblecito junto a un gran canal a las afueras de Rotterdam. Una vez más, Holanda da la sorpresa y es que la empresa construye yates de gran lujo. Asquerosamente lujosos. Ahora mismo construyen un yate para Steven Spielberg y para un constructor griego, no me acuerdo de su nombre y me supongo que no le importará. Cuando terminen el del autor de "Encuentros en la tercera fase", debido a las dimensiones, no podrá salir a ser botado al canal porque choca con el puente-grúa del astillero. Ahí entramos nosotros: lifting & lowering, up & down suave. Up & down worldwide para hacer un poco de up & down.



A la izquierda podemos apreciar la proa del paquebote de Spielberg. Todos pusimos nuestro garito de arena yendo a ver Jurassic Park. Viendo Tiburón le pusimos la piscina que se ve en la superficie.

Metido en labores conocí a un tío memorable con el que aprendí una lección. Mientras cambiaba unos componentes en bastantes malas condiciones (en lo alto del puente-grúa y sin espacio para moverse y con toda la mierda que un puente-grúa puede albergar) rondaba por ahí un guaperas algo mayor que yo, con su buen peluco y con su traje informal a la par que elegante y sin hacer nada en espacial. A mis prejuicios les faltó tiempo para determinar que era un comercial, "el típico comercial que viene aquí a colgarse una medallita", pensé.




En medio del campo, sin libros, sin ordena, sin bici, sin tele, sin ropa para cambiarte, ésta era nuestra compañía.



En éstas estaba, cuando se encasquilla el pistón de una bobina de una electroválvula que acabo de poner por otra antigua. Glups. Es nuevecita y se supone que se ha puesto por la antigua para mejorar el sistema. Aquí es cuando rezas y haces lo típico: activar y desactivar la válvula varias veces seguidos, la empujas un poco con el destornillador, cambias cosas por cambiar, cualquier cosa menos desmontarla, que es trabajo delicado para hacer en un sitio a tomar vientos de tu taller. Pues viene muy sonriente el comercial y me dice que si la desmontamos. Pues venga, el tío con su traje la coge, nos bajamos al taller, pide herramientas a los que había por ahí. Es una distribuidora nueva y no la conocemos, pero como este tío es un echao p'alante ahí que empezamos a destriparla. Mientras, el tío bromeando, sonriendo y canturreando las canciones que sonaban en la radio del taller, y manteniendo el aceite y la grasa lejos del traje.




Foto de colegazos de rigor de cuando sale todo bien en el tejado del astillero. No aparece el figura del que hablo.



Al final la arreglamos , me tragué los prejuicios y me di cuenta de que esta vida es para los alegres, los hombres de acción. Esa peña contagia y transmite a su alrededor. Dándole vueltas a ésto pasaron los días, vimos Rotterdam y nos volvimos para el país que es amarillo y marrón desde la ventanilla del avión.




Tachando Rotterdam. Me flipa esta ciudad: rascacielos, edificios currados, urbanismo perfecto, barrio chino, barrio árabe, tiendas de discos y puertaco.

lunes, 17 de agosto de 2009

Neutrogena noruega III

Acaban de poner "Madrileños por el mundo" y en la segunda parte han salido madrileños en Noruega, primero en Oslo y luego en Bergen, lo que me ha dado vidilla para ponerme con la tercera entrega de la serie más recomendable para vuestras secas y maltratadas manos. Porque sí os informo de que Neutrogena pertenece a Johnson&Johnson, por lo que tiene de noruega lo que yo.



Dejando Bergen rumbo a la isla de Stord



Comentaban los emigrantes de la capital que en Bergen llueve mucho, y pude comprobarlo: en los 3 días que estuve hubo siempre algún tipo de precipitación, fuera aguacero, fuera chirimiri, fuera calabobos. Según vi en la Wikipedia hay unos 250 días de lluvia al año, así que podemos hacernos una idea, semejante cansinismo no se debe a que los ángeles estén mal de la próstata sino a que por Bergen pasa no sé qué corriente del Atlántico que provoca esos desajustes meteorológicos.


También hablaban mis paisanos de los altos precios del país. Es con diferencia el país más caro en el que he estado y es para algunas cosas tan tan caro que hace que uno ande siempre con la mosca detrás de la oreja al sacar la cartera.


Así que con la mosca sin despegarse de la oreja pagué los 45 eurazos que costaba el ferry hasta la isla de Stord, sólo ida. Entre el madrugón y el ronroneo del motor pues caí rendidito y me perdí parte del paisaje. Pero en el poco rato que tuve me dio tiempo a quedarme bobo con las islas, islotes, fiordos, montañas, bosques, cabañas, barcos de todo tipo que hay a lo largo de la complicada costa noruega. Me dió tiempo a soñar también, ya me veía deseando no tener trabajo para hacerme un viaje en bici desde la punta de Tarifa al cabo Norte en el Ártico noruego, pasando por San Sebastián, Las Landas, Normandía, Amsterdam, Dinamarca, ayyyyy...qué contradicción, querer dejar el trabajo que me permite viajar y conocer todos estos sitios. No, por ahora sólo sueños. (Por si acaso: http://www.noruega.org.ni/travel/cyclinginnorway.htm)




Imagen de la costa noruega.





Mar, montañas, plantas petrolíferas.


Volví a la realidad al llegar a Leirvik, la ciudad más "grande" de la isla. El primer día pues fue relajado, un poco de revisión de la máquina, puesta a punto y ver un poco el lugar y la situación, relajado hasta ciert "safety meeting". Cuando me dijeron que por la tarde había que ir a susodicha reunión me imaginé que sería una reunión paripé donde nos contarían que teníamos que llevar el casco, que el chaleco reflectante también, etc. Ja. Al entrar veo que hay unas 30 personas, y unos con aspecto de jefe junto a un ordenador que proyector mediante muestra esquemas, planos y demás en una gran pantalla. Se presenta el capo en inglés, y empiezan a presentarse uno a uno, hasta que me toca. Glup. No me lo esperaba, bueno, tampoco es para tanto, me llamo tal y hago cual. La reunión avanza y consiste en repasar en qué va a consistir el movimiento de la torre y quiénes y cómo van a tomar parte en la maniobra. Todo muy anglosajón: con sus organigramas, con su jerarquía y con su planificación, y por supuesto mucho manager, Lifting Manager, Operation Manager, ahí todo dios es manager, ocho managers y un currito. Llegan las preguntas entre las diferentes empresas que forman parte de la maniobra, y hay un afán por hacerse el listillo y hacer la pregunta más complicada a otra empresa, pues oye, mira tú que me las tienen que hacer a mí. En una reunión de noruegos, ingleses y holandeses (países que hablan inglés perfectamente) pues voy perdiendo el hilo y empiezo a estar hasta el cimbel de las preguntitas y de la reunión, y empiezo a darme cuenta de que esta reunión sirve para que si alguien la caga todo el mundo lo sepa ya que ha quedado clarito quiénes somos y qué hacemos cada uno.



La excusa del viaje yace tumbada antes de que la bamboleen un poco.


Al acabar el día me fui al hotel de la empresa de la planta productora, es decir, a seguir en el mismo sitio. Nada, algo deprimente, todo lleno de tipos duros y tristes, con aspecto de rudos pescadores. Ingleses, polacos, noruegos. Tatuajes, manazas, barbas de 3 días, tabaco de liar. En los días posteriores ya sabéis qué pasó. Todo bien.




Llegando a la dinámica Holanda.


A la vuelta pasé por Amsterdam, una tardecita allí. Me dió tiempo a ver un par de tiendas de bici que me recomendó Álvaro, nuestra cita en el velódromo de Amsterdam quedará para otra ocasión. A quien sí pude ver fue a su novia Tatiana, a quien mando ánimo con sus cosas desde aquí. Siempre me gusta Amsterdam, es una ciudad muy viva. Así que ya que estamos en Amsterdam la próxima entrega irá sobre la Venecia holandesa, donde estuve en Junio, un día festivo, por lo que la ciudad estaba medio loca y mi compi Alberto y yo no íbamos a ser menos, ¿sabes, loco?





Con Tatiana, en el lugar que más nos apasiona con diferencia en todo Amsterdam: The Heineken Experience, donde la familia cervecera te hace un buen lavado de cerebro y encima pagando. Fijáos en las putas e sonrientes del rótulo, no pueden dejar de sonreír.

jueves, 13 de agosto de 2009

Neutrogena noruega II

Hoy voy a dar un poco la chapa.


De vez en cuando alguien me pregunta que que hago cuando voy por ahi, otras veces me dicen que porque no cuento nada del trabajo, bueno, pues esta vez si. La ocasion lo merece ya que la aplicacion podria salir perfectamente en el programa de Megaconstrucciones que salia en Discovery Channel y que ahora sale en La Sexta, ademas, en este ordena no tengo las fotos del viaje a la isla, asi que la tercera entrega volvera al pasado.


Bueno, situacion: hay que instalar una torre de procesado en una central de extraccion de gas, lo que solemos entender por plataforma petrolifera. He aprendido la diferencia entre "drilling rigger" y "production plant", me explico: la "drilling rigger" va por ahi por el mar moviendose perforando en busca de la bolsa de gas, una vez que se encuentra va la "production plant", otro monstruo flotante que os sonara por ser aquel que tiene una llamarada siempre en lo alto, digamos que cuando la "drilling rigger" encuentra el filon pues llega la "production plant" y lo explota, lo procesa y lo saca. Es decir, en el mundo de la noche el "drilling rigger" es el tio impulsivo y meritorio que entra al grupo de tias de la nada y el "production plant" es el tio mas zalamero que viene en segunda oleada de ataque y saca tajada. Ah, lo de torre de procesado viene de "flare tower", es una torre metalica llena de tubos de todos las formas y tamanos, por ahi se procesara el gas.


La "flare tower" se ha ido construyendo horizontalmente en el muelle junto a la "production plant" que se esta construyendo a su lado en un dique seco. Hay que levantarla y colocarla en su sitio, puesto que mide 110 metros y se estima que pesa 280 toneladas, no es cosa facil. El proceso es el siguiente: una gran grua flotante digamos que va a llevar todo el peso del asunto, nunca mejor dicho, pero ella sola, por seguridad y por imposibilidad va a necesitar ayuda. Al principio la base de la torre la levantara una pequena grua para evitar bamboleos y para que la base de la torre no toque el suelo cuando la grua grande la levante.



En primer termino, se ve la grua flotante (todas las empresas del mundo de este tipo de artefactos son de Rotterdam, cobran por dia, y cobran una millonada) con los cables anclados a donde se calcula el centro de gravedad de la torre. Al fondo, una grua blanca mantiene amarrada la torre por la parte inferior.



Una vez vertical, ya la lleva solo la torre grande hasta su sitio, donde ira dejandola caer.




En este picadito clasico de espanolito que se precie no salgo en una discoteca, sino que salgo con cara de cagado y el cielo a punto de caer sobre mi cabeza. Vemos como la torre cuelga totalmente de la grua, a mi derecha vemos el cilindro del amor anclado a la pata 3. Manana, en la tercera entrega retrospectiva hablare de porque estaba cagado y del ambiente que habia en torno a la operacion.


La torre es un tripode. En una de las 3 patas hay colgando un cilindro, un buen pepino amigo mio. Se encargara de la aproximacion final. Es decir, la grua ira dejando caer verticalmente la torre, pero no es algo tan controlable como para hacerlo directamente, cualquier torsion en una torre de semejantes dimensiones siginfica rotura, muerte y destruccion, no mola. El cilindo se extendera, se enganchara al suelo, y se ira retrayendo suavemente para trasnferir suavemente la carga de la grua al cilindro. Me explico, la grua va dejando la torre en el suelo, pero el cilindro, al ir retrayendose se va trayendo la tercera pata al suelo, y por tanto va poniendo la torre horizontal en el suelo.




Aqui puede verse la aproximacion a los 3 puntos de apoyo en la planta (lo pintado de rosa), a la izquierda veis como hay dos piezas iguales con sendos agujeros, el extremos del cilindro tambien tiene un agujero, pues se pone entre las dos piezas y se pone un pasador, un tubo macizo metalico que entra justito a martillazos. Tambien se ve la gente que hay en el tendido, me encantaba como iba llegando gente a medida que iba a tocarme representar mi parte en la funcion, es decir, cuando el cilindro una vez enganchando empieza a recogerse para irse trayendo la torre al suelo.





Tutto a posto.





La "flare tower" en la "production plant", ingenieria a mansalva, yaknomsayin.



El caso, que como se ve en las fotos, todo fue, afortunadamente, segun lo previsto en el "safety meeting" (del que hablare manana), asi que todos contentos y suavecitos como el culo de un bebe. Asi da gusto decirte que te piras, volver al hotel sin preocupaciones de ningun tipo y hacer una escaladita en Amsterdam, ciudad del pecado, de las bicicletas y del buen rollo, donde siempre me gusta volver.






Clasica foto de recuerdo que siempre me gusta hacerme con la truppe que trabajo. Thomas, colega noruego, junto con el que he estado rezando a la virgencita. Me encantaba como cuando en los nerviosismos previos no hacia mas que decir "yes, yes", pasaba por mi lado y decia "ok, yes, yes". Algun motivo que otro teniamos para estar cagadetes, la verdad.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Neutrogena noruega I

Empezaba bien el viaje al ser el único de manga corta que se bajaba del avión. Empezaba bien el viaje al darme cuenta de que el hotel que había reservado estaba a dos horas del lugar de trabajo, como si curras en Burgos y duermes en Madrid.




Al fondo se ven los barcos de asistencia de las petroleras y los cruceros turísticos. A la derecha construcciones medievales del puerto.

El autobusero de la línea del aeropuerto a Bergen centro me dió una gelidísima bienvenida con una tarifa del equivalente a 20 euros -para un trayecto que podría ser el cogerte la Conti de Alcalá a Canillejas- y con el aire acondicionado puesto. Si en Dubai descubrí que los muy hijoputas dejaban el coche encendido para que al volver estuviera fresquito aquí en Noruega funciona la maquinita del aire aunque fuera haga unos 15 ºC, que es lo que hace, chaquetita y las chicas con los brazos pegados al andar por la calle.



-¿Todavía prefieres morir de pie que vivir de rodillas? -¿Sabes? Me la pela, hoy llevo una camiseta molona.

Lo que hace acordarte a la larga de un país es el paisaje y el paisanaje. El paisaje noruego es lo que nos cuentan en la tele, el país de los fiordos. Imaginemos islas, grandes entradas de mar, frondosos bosques de hayas y abetos, riscos junto al mar; todo eso junto es lo que se ve desde el avión al aterrizar en Bergen. Todo ello es bonito por separado, así que tiene que serlo junto.



Vista desde el hotel.







Bergen desde lo alto.


Bergen es una ciudad no demasiado grande, una ciudad de tradición marinera al final de una retorcida bahía y protegida por siete montañas que se levantan allá donde se acaba la bahía. Casas aparentemente de madera se desperdigan por las lindes de dichas montañas a lo largo de la lengua de mar.

Una vez llego al hotel una vez que salgo a dar el pateo que me permita cumplir con lo que dicen las guías que hay que visitar. Pero al salir veo que hay mucho helicóptero e hidroavión por el cielo, aparatos que de repente pican y amerizan tras unas antiguas casas de madera, así que allá voy. Dichas casitas en línea a lo largo de la bocana principal del puerto es Bryggen, la parte más antigua de la ciudad, reconstruida tras un incendio al principio del siglo XVIII.




Bryggen




Hidroavión

Para dirigirse allí hay que pasar por el mercadillo y por la lonja del pescado. Allí no sé si realmente estoy allí en Bergen o me he quedado en Barajas, en una de esas abducciones que puede realizar sobre los viajeros el Gran Barajas. Cientos de españoles hablando de las gambas, de los bueyes de mar, de las langostas, del salmón mucho mejor que el del Corte Inglés, qué dónde va a parar, y, oye, que los que despachan son también españoles. Así estoy flipando, mirando fijamente a los pescaderos cuando uno, sin que yo abra la boca, me dice: “Qué te pongo, chaval”. Despierto y resulta que sí, que son gallegos, catalanes, valencianos, chilenos, son mecánicos y pescadores que currelan en las flotas que hacen la temporada Noruega arriba a partir de Octubre, y que mientras tanto, aquí están currando en la lonja de Bergen vendiendo la merca del mar a precio de oro. Después de que uno de ellos me dé a probar varias cosas, me llevo un taco de carne de ballena ahumada, el jamón de Jabugo del mar, y así hay que cortarla. Finísimas lonchas, un chorrito de aceite y limón, vino blanco y a gozar.

Los otros españoles, los que dejan las coronas y se llevan los salmones, pertenecen a las hordas de turistas que se suben a los cruceros que empiezan la ruta de los fiordos en Bergen. La maniobra es tal que así: vuelos charter hasta Bergen, autobuses fletados con guía de micrófono, medio día en Bergen, a subirse al crucero, el capitán hace sonar la bocina para que haga eco en la bahía y vacaciones en el mar.




La iglesia de Santa María, del siglo XI, edificio más antiguo de Bergen, y los autobuses que no dejan de llegar.


Después de forzar la maquinaria del coche de San Fernando para llegar al helipuerto y de ver todo el centro me empieza a tirar la idea de subir al monte más alto de los siete que rodean la ciudad: el Floyfjellet (como es Noruega, ya sabéis, la o con barra que la cruza). Son 417 m de altura junto al mar, así que la subida merecerá la alegría. Sube directo un funicular que sube con una inclinación de 26º, es decir que en España pondría una señal de peligro con la rampa picando arriba y un 44 % al lado, a subir en primera, para entendernos.



Prefiero subir andando entre el bosque, y mejor, porque ahí me esperaba el paisanaje además del paisaje que se da por hecho en la subida a una montaña. Los noruegos, ellos y ellas, son corpulentos, con tendencia al rubio platino en las cabelleras, y algo desgarbados. El caso es que la subida al Floyen está llena de empinadas sendas y típicas barras para entrenar y el lugar, no sé si tendrá que ver el atletismo, está llenito de divinidades vikingas. A dichas deidades me gustaría hacerlas saber que soy latino, tan latino como Lorenzo Lamas, latino toda la noche, latino toda la mañana. En estas diquisiciones llego a la cima y las vistas, de la ciudad, compensan el esfuerzo.

miércoles, 27 de mayo de 2009

La ruta de la pizarra, una de cal y otra de arena III

Al lío, que pasa el tiempo y se me quedan muchas crónicas demasiado tiempo en la tergivensante memoria, y es entonces cuando empiezan a deformarse, ya que el paso del tiempo hace que la crónica coja una forma diferente a la fresca original, y creo que la crónica tiene que ser fresca para ser fiel a su propio estilo.


Al lío, decía que había un puente para suicidas en el río Jarama. Que no había huevos ni lógica para cruzarlo y que tampoco había tiempo para dar la vuelta, que la noche tenía prisa. Todos los refugios que había contemplado a lo largo del día quedaban ya lejos.

Así que había que quedarse a dormir al raso. Puedo decir que he dormido sólo en la montaña, no es una experiencia fácil. Creo que es más fácil dormir solo en el Himalaya que en el monte por aquí más que nada porque es más de esperar.


Cuando estás solo, es de noche y estás en el campo pues la mente se pone a funcionar. Y cuando la mente se remanga y le da a la rueda pues suele para pensar en cosas en negativo que en positivo. Y es cuando entran los canguelos. Mi principal obsesión era no ser visto ni oído, ni por personas ni por animales (se me puede ir, pero en los extraterrestres o en lo paranormal no creo). Mis principales preocupaciones eran que me viera un guarda forestal, que un jabalí herido o una jabalí madre con sus crías me empujaran hasta tirarme al río o que los jipis de Matallana vinieran a robarme. Ahora parecen preocupaciones absurdas pero en esos momentos cualquier cosa se pasa por la cabeza.

A pesar de la paliza del día imposible dormir. Seguí la norma de no mirar el móvil para no rallarme al ver que las horas pasaban y yo seguía comiendo cielo. Tenía una linterna frontal y me podía poner a leer o escribir pero eso contradecía mi política de no ser visto ni oído. De vez en cuando se oían ruidos cerca supongo que de animales entre los arbustos, entonces yo me movía para hacer ruido y ahuyentar a los visitantes. Me metí en una zona muy arbustadas para que si algo llegaba yo lo oyera llegar. También tuve la prevención de meter la navaja y unos piedrolos en el saco, que nunca se sabe en el mundo de las presas y los depredadores y la pirámide alimentaria. Arriba tenía millones de estrellas, estrellas fugaces muy a menudo, sombras, los afilados y oscuros perfiles de las montañas del olvidado macizo de Ayllón, el silencio lejano, el murmullo constante del Jarama...y de vez en cuando un extraño sonido que se repetía más de lo que quisiera para poder dormir: algo que me recordaba a un golpe de hacha contra un tronco, o a una gran piedra cayendo (improbable por lo periódico del sonido).



Amanecer.



Y en ésas me dormí, y con el frío extremo del alba me desperté, no debí dormir mucho. Tiritando voy a beber del bidón de la bici y está congelado, y como fui al colegio, sé que eso significa que estamos a bajo cero. Que el tiempo acompañó en los días pero que el rocío de la mañana y la bajada de temperatura se juntan y hacen de las suyas. Luego me dijo mi padre que con el sencillo hecho de poner un plástico o unos periódicos debajo del saco pues habría evitado levantarme muerto de frío.


Pues nada, como había poco que hacer pues a salir. Y nada, más de lo mismo, camino imposible para la bici, lleno de zarzas, así que a repetir la operación de ir primero con las alforjas y luego volver a por la bici. Al rato descubro el ruido de por la noche: en una loma cercana hay un rebaño de cabras, que se están dando de hostias entre ellas, a ponerse de patas, dejarse caer y galletazo en las cabezas.
Las mañana se me hace horrible, sólo deseo llegada de camino o carretera para poder ir sobre la bici, el sueño y el hambre hacen que lo vea todo peor de lo que es. Por fin llego a Roblelacasa, y empiezo a disfrutar de una agradecida carretera en bajada, me da por mirar atrás a las alforjas y veo que no llevo la cámara. Joder. A volver a por ella, debe haberse caído entre tanto golpe en la subida. En el pueblo pregunto a la gente por si ha visto la cámara, y como ya estoy hasta la polla de tirar de la bici les digo a unos que me la guarden por favor, que he perdido una cámara y vuelvo andando a buscarla. Cuando ya me alejo miro a la bici y veo que la bolsa de la cámara se ha dado la vuelta y está debajo de una de las alforjas; paso de dar explicaciones y aprovecho que se meten en la casa e irme corriendo con la bici para que no piensen que estoy mal de la azotea. Ya me voy feliz con la cámara y con ganas de llegar a un pueblo con restaurante. Vale ya de mala racha.



Vega del Jarama.


Llego al mismo restaurante del día anterior, y después de un poco de aseo, café con leche y bocata de tortilla y hora más avanzada puedo seguir con alegría. Me llego una vez más al embalse de El Vado, voy a seguir el curso del Jarama para alcanzar la única vega que forma en esta zona. Un bello paraje que, cómo no, supieron aprovechar los frailes y donde legaron un bello monasterio que hace que pervivan en la historia, el monasterio de Bonaval.



Monumento natural.




Las ruinas cistercienses.


Allí me crucé de nuevo con el Jarama, y unos pocos kilómetros más arriba cerré el círculo en Retiendas.


lunes, 4 de mayo de 2009

Viaje en bicicleta al centro de Madrid, no hay gajes. La Criticona

La siguiente crónica también puede encontrarse en WWW.BRITPOPCORN.COM, fantástica y cuidada página que recomiendo a quien les guste la música, la cultura internacional, las bicicletas, y sobre todo buen humor. Así mato dos blogs de un tiro:


Tenía muchas ganas de ir a algo de todo lo que había organizado en torno a la BiciCrítica de este mes, pero pasaban los días desde el jueves y nada, ya sólo me quedaba poder ir a la Criticona del sábado, que prometía. Pensaba que me iba a tocar ir solo, pero al final se apuntaba Edu NTN, uno de los pocos con los que podía contar para algo así. Pero el mismo sábado, estudiando en la biblioteca, nos encontramos con Paul, un amigo de la uni que va a todos lados en bici y que no sabía de la BiciCrítica y ahora le encanta, como no podía ser de otra forma. Y entonces también se sumó otro amigo estudiante biciclista, Christopher, que se trajo una joyita del año 73 que era de su padre.

Así que nuestra BiciCrítica empezó a las 5 de la tarde, tras tomar el té, y no empezó en Cibeles sino en la Conti, donde no ponen problema para meter las bicis en la bodega del bus, así que ya sabéis, una alternativa al Cercanías.

Tras pasar por San Juan Bautista para pillar la bici de Edu NTN pues pusimos rumbo a la diosa del carro y los leones (igual que va gente con monociclos y patines podía venirse algún día, que el carro tampoco contamina). Daba gusto ir con la bici por las calles, que aún estaban vacías, ya se sabe que las siestas se alargan los festivos.




Edu bajando por las tranquilas calles de Madrid. Esta vez evito tapar su rostro por petición del ala femenina de la red.


Al llegar a la susodicha, pues flipamos. No sé si sería por la tarde de verano, porque era festivo, o por lo que fuera el caso es que estaba a reventar. Yo creo que fue de largo la BiciCrítica más concurrida. Como siempre había todo tipo de personas y personajes, bicicletas y engendros de bicicletas. Ha surgido una variante que yo no había visto nunca y son unas bicis de altura, no porque sirvan para moverse por el Himalaya sino porque han puesto dos cuadros uno encima de otro, con lo que vas pedaleando como a metro y medio del suelo, sólo apto para malabaristas.
Como sabéis, el cachondeo y el buen rollo durante el paseo es habitual, así que con eso y con el calor el cuerpo nos pedía unos litros críticos; en cuanto pudimos nos desvíamos para buscar unos chinos, a quienes se la bufa el dos de mayo y también curran.





La llegada a la Cibeles. El calor se traía las gomas al asfalto.





Stop CO2, my friend.





La bota de vino nunca falla



Chicas y bicis con estilo, compatible.





Y más bicis con estilo, compatible.




¡Atención! Remolque ciclista ¿llevará cervezas?




Para evitar la deshidratación


Se salió casi una hora más tarde de lo previsto pero a nadie le importaba, en una tarde así nadie mira el reloj. Que conste que al final fueron 5 horas de marcha, hasta la parada final y definitiva en una de las puertas del cementerio de la Almudena. ¿Por qué acabar en un cementerio? No, por ningún motivo macabro, sino porque había fiesta final en el C.S.O. El Dragón.

El recorrido, como siempre, fue bastante anárquico, pasando arriba y abajo por el centro, descanso en el Palacio Real, y larga pedalada hasta La Elipa, que yo no conocía, y resulta que está un poco en casa Cristo. Se dieron las vueltas de rigor a la Cibeles, tocando un poco las pelotas a los madridistas que subían en coche hacia Chamartín –uno de los cánticos durante la marcha fue “No llegáis al partido, al partido no llegáis”-, se bajó a Atocha, se volvió a subir el Prado, se subió Gran Vía, Plaza España, Princesa, Moncloa, Parque del Oeste, Palacio Real, y de allí a La Elipa. Esta vez había mucho megáfono, y por tanto mucho cántico, se cantaron los habituales “No contamina ni gasta gasolina”, “Si el coche te quema quema tu coche”, se añadieron muchos que ahora no recuerdo contra los numerosos motoristas que se metían entre el pelotón más multicolor que pueda verse en una ciudad. No pude evitar meter el clásico “Hijos de puta, asesinos, fascistas, genocidas” y el “OTAN no, bases fuera” para desconcertar un poco al personal. Christopher se inventó el eslogan “Menos silicona y más Criticona”, que me hacía mazo de gracia.




A pesar del contraluz espero que se aprecie la muchedumbre que va Alcalá arriba




Pedales y sonrisas


En el Palacio Real, que ya estaba hasta los topes, se paró un buen rato. Cosa que vino bien porque la bici de Edu NTN pinchó varias veces, y no eran pinchazos ni problemas de parches sino que se había reventado la válvula y no había solución porque no teníamos cámara. Lo que menos hay en la BiciCrítica son bicis de carretera pero hubo suerte y un tío majete le regaló una cámara usada a nuestro hombre que representa a Madrid entero. Aquí también ocurrió otro feo imprevisto, habíamos quedado con Paco, que venía desde Coslada, y no sabíamos dónde quedar, así que se decidió quedar en el metro de la Elipa, que era donde seguro acababa la pedalada. Pero se le agotó la batería y no se pudo contactar con él, al tiempo mandó un mensaje diciendo que se había vuelto a casa.




La bici de altura




Raza belga, llegador. Cómo tienen que estar disfrutándolo en su pueblo, Perico. Qué bien el de Lieja; no es español pero se casó con una canaria y a menudo se le puede ver entrenando en Lloret de Mar por lo que le sentimos como de de casa. Qué tardes de ciclismo nos ha dado este hombre, Perico. A dos minutos el pelotón y ya en los Elíseos, muy mal se le tiene que dar, Perico.





Por el tema de los pinchazos perdimos al grupo y entonces viene el peligro de la BiciCrítica. Me explico: un ciclista que pase poco tiempo después por donde ha pasado la BiciCrítica es una persona muy muy odiada. Puede que alguno de los conductores con los que se cruce haya tenido que esperarse un buen rato a que pase todo el pelotón, como le pasó en su día al Pipi que llevaba en el super-todo-terreno-de-ciudad a sus bebés a punto de explotar. Fuimos sorteando al tráfico en plan mensajero de Nueva York hasta que a la altura del Retiro fuimos encontrando a biciclistas más agrupados. Todo el trayecto hasta La Elipa fue muy agradable, ya se había hecho de noche, casi todo era bajada, había muchísima gente en la calle y la verdad que en bici se iba muy a gusto.




La fantástica grupeta. Me encanta esta foto: a tope la maquinaria lista para la acción.





My man Christopher realiza un peligroso eslálon entre los buses, cual petrolero entre los icebergs.




Foto turística: de las de cerca y con algo famoso detrás, ya sabéis cultura Tuenti-Facebook.


Llegamos y había un montón de gente, batucada, botellón, corros, rollo Retiro domingo por la tarde. Como no había sitio para candar las bicis se extendía una práctica de cachondos mentales y es que la gente empezaba a candar su bici a otra bici, dando por hecho que todos íbamos a irnos a la vez. Al rato pensamos que preferíamos ir al centro, así que venga otra vez pedales arriba, pedales de los dos, ya sabéis. Como mandaban las fechas pues fuimos al Dosde, donde no ocurriría lo del año pasado ya que estaba tomado por la policía, aunque sí vimos un cómico enfrentamiento entre un punki y un grupo de policías: una punki que resultaba ser su mujer empezó a gritar que había mucha madera y cosas así, varios policías le increparon, y entonces vino el marido hecho un loco diciendo que había escuchado que un policía le había dicho a su mujer que le iba a romper los dientes. Sus colegas y su mujer y hasta nosotros mediamos pero el pibe ya iba a muerte, a su supuesta mujer le metió un viaje que la tiró al suelo. Empezaron a venir municipales de todos lados y el punki gritando como un loco que quién era el que le iba a romper los dientes a su mujer. Ya estaba él solo frente a quince policías, y para añadir más dramatismo a la escena se quitó la camiseta y empezaba a darse hostias en el pecho y en la cara mientras seguía encarándose con los munipas. Y entonces empieza a señalarse el pecho, y ojo y pestaña, lleva un tatuaje de la Legión, y empieza a gritar que ha sido legionario. Un punki legionario, bendita España. Ahora que lo pienso puede que no sea contradictorio...¿qué opináis?