lunes, 12 de octubre de 2009

Olimpiadas en Chicago I

Chicago: la ciudad del incendio; de Capone; de los mataderos; de Elliot Ness; de los periódicos; de los bloques de cemento como zapatos; de Jordan, Pippen y Kukoc –la conexión croata de Illinois decía el Montes-; de Obama. Realmente no estoy en Chicago, sino a 70 km. Dicen que aquí eso no es distancia, los que lo dicen deben de tener coche. Pues eso, que me hospedo en Chesterton y que curro en Gary –“The Steel Yard City” y “Michael Jackson’s childhood home” dicen unos carteles a la entrada-, ambos en Indiana, ni siquiera son las afueras de Chicago.

Ayer quería ir a Chicago, y como digo, sin coche propio, aquí no te lo ponen fácil. Buscando en Internet veo que hay una compañía de tren que va a Chicago, South Sore Lines, hay una parada cerca. Lo malo que los findes sólo hay tren cada dos horas, así que no está la cosa para perder un tren por lo que sea ya que además tarda una hora y media, sobre todo a la ida. Digo que la parada está cerca, a unos 3 km según el Google Earth, pero aunque quisiera ir andando no puedo, ¿por qué? Porque el hotel está en un centro comercial (un par de bancos, un McDonald’s, un Taco Bell, un Burger King, una farmacia, un Depot Home, el típico motel de las pelis donde van los senadores con chaperos y les pilla un fotógrafo y sale al día siguiente en una portada de un periódico que vende un niño con cara de pillo y gorra mientras grita “¡Extra, extra!”, etc) en medio de bosques y hasta la estación no hay aceras sino bosques y una autopista. Pues nada, pido un taxi para que esté en el hotel con antelación para que me deje en la estación.

Llego a la estación y hay un cartel que pone que la línea cierra el servicio por obras hasta Gary algunos fines de semana. Cojonudo. Esto que está en inglés y lo lees muchas veces para estar seguro. Sí, cierra algunos fines de semana por cambio de la catenaria, que la línea se reanuda en Gary y que hay un autobús que va hasta la estación de Gary que pasa 10 minutos antes de la hora del tren cancelado. El tiempo pasa y ese supuesto bus no viene. Veo que se me jode el día porque ya tengo que volver a pedir otro taxi para volver al hotel, hacer tiempo, ir en taxi a Gary, y todo esto para llegar a Chicago a la hora de comer. Pregunto a la poca gente que hay en la estación y no saben nada del autobús. Sigo leyendo el cartel como si sirviera para algo, como si de repente leyera que no es este el finde que se suspende la línea.

En estas llega una “pick-up” con cuatro cincuentonas, muy americanas ellas, y van corriendo gritándose entre ellas que pierden el tren. Cuando llegan les digo que no corran, que no hay tren. Y les empiezo a contar lo que he leído en el cartel. Se ponen a hablar entre ellas y por ahí en medio oigo “...Ok, we`ll go driving then...”. Y ahí se me enciende la luz. Me lo pienso pero pensar no ayuda y me digo “¡Ahora!, ¡ahora!” como se dice Zalacaín el aventurero para animarse cuando duda. Les digo que si me pueden llevar con ellas a Chicago, que les pago la gasolina.

Una –la desconfiada-dice rápidamente que no, que nunca han llevado a un desconocido en el coche. Otra –la líder- dice que bueno. Les explico un poco mi situación, que las entiendo, pero que quiero ir a Chicago como sea, que sólo tengo este día y no puedo ir de otra forma, que soy español, que me hospedo en tal y curro en cual. Una –la vacilona- me dice que si llevo pistola y se pone a reírse y a cachearme. El caso que hablando un poco más pues aceptan.

Rumbo a Chicago ellas cuatro y yo. La vacilona me dice que a ver si el que va a tener cuidado soy yo al ir con ellas. La líder se pone al volante, y va conduciendo bastante a tope. Voy de copiloto. Al principio hablo mucho, les cuento qué hago aquí y demás, les doy las gracias. Al rato ya estamos todos relajados. Me preguntan por España, hablamos de Chicago, de la peligrosidad de Gary, del típico “pues in my country...” que diría Jotto, nos reímos de que me hayan cogido. Llegando nos perdemos y se ponen a discutir entre ellas, cuando por fin estamos en el centro cuesta bastante encontrar aparcar, hace un rato que me han dicho que no voy a pagarlas la gasolina y cuando digo que al menos me dejen el parking me dicen que ni de coña, les digo que si al menos nos haremos una foto de recuerdo.

Deciden aparcar en los aparcamientos de un gran centro comercial que conocen en Michigan Avenue, the Magnificient Mile, la avenida de las grandes tiendas. Allí nos hacemos la foto, nos deseamos lo mejor, la desconfiada me dice que no haga eso de nuevo, que no toda la gente es buena, que “somebody may harm you” –ese lenguaje del miedo y la amenaza tan americano, como lo de “tengo un arma para defenderme, ¿qué voy a hacer si entra alguien en mi casa?”. Cuando dudo si darlas dos besos o la mano, vienen ellas y me abrazan. Una bonita despedida. Me quedo con este viaje en coche. Que en un país siempre hay gente para quitarte los prejuicios que tienes de ese país. Creía que lo había aprendido en Marruecos pero sigo sin aprenderlo del todo.



Ahi estamos, de izquierda a derecha: la lider (a la que gracias llegue a Chicago, la verdad) fue la primera que se presento y olvide su nombre, luego Terry la vacilona, luego Lane la que no hablo y por ultimo Tina la desconfiada. Grandes!!!

3 comentarios:

javier dijo...

Pero que se pensaba esta Tina macho, que iba a salir en le programa de la sexta de sucesos de estados unidos?

"Tina, cometió el grave error de aceptar a un blanco desconocido, pero nunca supo que llevaría un arma cuando en la carretera 18 con Illinois tendría el suceso trágico de ser degollada..."

U.B dijo...

¿Lo de que te cachearon es un eufemismo? Jajajajajaja.

Adri dijo...

Buen Mitfahrgelegenheit que te pillaste ¿eh? Joé, la verdad que esas cosas molan, cuando algún alma caritativa se digna a hacerte un favor y no te jode el día.

Me alegro de que estés bien al otro lado del mundo.