miércoles, 27 de mayo de 2009

La ruta de la pizarra, una de cal y otra de arena III

Al lío, que pasa el tiempo y se me quedan muchas crónicas demasiado tiempo en la tergivensante memoria, y es entonces cuando empiezan a deformarse, ya que el paso del tiempo hace que la crónica coja una forma diferente a la fresca original, y creo que la crónica tiene que ser fresca para ser fiel a su propio estilo.


Al lío, decía que había un puente para suicidas en el río Jarama. Que no había huevos ni lógica para cruzarlo y que tampoco había tiempo para dar la vuelta, que la noche tenía prisa. Todos los refugios que había contemplado a lo largo del día quedaban ya lejos.

Así que había que quedarse a dormir al raso. Puedo decir que he dormido sólo en la montaña, no es una experiencia fácil. Creo que es más fácil dormir solo en el Himalaya que en el monte por aquí más que nada porque es más de esperar.


Cuando estás solo, es de noche y estás en el campo pues la mente se pone a funcionar. Y cuando la mente se remanga y le da a la rueda pues suele para pensar en cosas en negativo que en positivo. Y es cuando entran los canguelos. Mi principal obsesión era no ser visto ni oído, ni por personas ni por animales (se me puede ir, pero en los extraterrestres o en lo paranormal no creo). Mis principales preocupaciones eran que me viera un guarda forestal, que un jabalí herido o una jabalí madre con sus crías me empujaran hasta tirarme al río o que los jipis de Matallana vinieran a robarme. Ahora parecen preocupaciones absurdas pero en esos momentos cualquier cosa se pasa por la cabeza.

A pesar de la paliza del día imposible dormir. Seguí la norma de no mirar el móvil para no rallarme al ver que las horas pasaban y yo seguía comiendo cielo. Tenía una linterna frontal y me podía poner a leer o escribir pero eso contradecía mi política de no ser visto ni oído. De vez en cuando se oían ruidos cerca supongo que de animales entre los arbustos, entonces yo me movía para hacer ruido y ahuyentar a los visitantes. Me metí en una zona muy arbustadas para que si algo llegaba yo lo oyera llegar. También tuve la prevención de meter la navaja y unos piedrolos en el saco, que nunca se sabe en el mundo de las presas y los depredadores y la pirámide alimentaria. Arriba tenía millones de estrellas, estrellas fugaces muy a menudo, sombras, los afilados y oscuros perfiles de las montañas del olvidado macizo de Ayllón, el silencio lejano, el murmullo constante del Jarama...y de vez en cuando un extraño sonido que se repetía más de lo que quisiera para poder dormir: algo que me recordaba a un golpe de hacha contra un tronco, o a una gran piedra cayendo (improbable por lo periódico del sonido).



Amanecer.



Y en ésas me dormí, y con el frío extremo del alba me desperté, no debí dormir mucho. Tiritando voy a beber del bidón de la bici y está congelado, y como fui al colegio, sé que eso significa que estamos a bajo cero. Que el tiempo acompañó en los días pero que el rocío de la mañana y la bajada de temperatura se juntan y hacen de las suyas. Luego me dijo mi padre que con el sencillo hecho de poner un plástico o unos periódicos debajo del saco pues habría evitado levantarme muerto de frío.


Pues nada, como había poco que hacer pues a salir. Y nada, más de lo mismo, camino imposible para la bici, lleno de zarzas, así que a repetir la operación de ir primero con las alforjas y luego volver a por la bici. Al rato descubro el ruido de por la noche: en una loma cercana hay un rebaño de cabras, que se están dando de hostias entre ellas, a ponerse de patas, dejarse caer y galletazo en las cabezas.
Las mañana se me hace horrible, sólo deseo llegada de camino o carretera para poder ir sobre la bici, el sueño y el hambre hacen que lo vea todo peor de lo que es. Por fin llego a Roblelacasa, y empiezo a disfrutar de una agradecida carretera en bajada, me da por mirar atrás a las alforjas y veo que no llevo la cámara. Joder. A volver a por ella, debe haberse caído entre tanto golpe en la subida. En el pueblo pregunto a la gente por si ha visto la cámara, y como ya estoy hasta la polla de tirar de la bici les digo a unos que me la guarden por favor, que he perdido una cámara y vuelvo andando a buscarla. Cuando ya me alejo miro a la bici y veo que la bolsa de la cámara se ha dado la vuelta y está debajo de una de las alforjas; paso de dar explicaciones y aprovecho que se meten en la casa e irme corriendo con la bici para que no piensen que estoy mal de la azotea. Ya me voy feliz con la cámara y con ganas de llegar a un pueblo con restaurante. Vale ya de mala racha.



Vega del Jarama.


Llego al mismo restaurante del día anterior, y después de un poco de aseo, café con leche y bocata de tortilla y hora más avanzada puedo seguir con alegría. Me llego una vez más al embalse de El Vado, voy a seguir el curso del Jarama para alcanzar la única vega que forma en esta zona. Un bello paraje que, cómo no, supieron aprovechar los frailes y donde legaron un bello monasterio que hace que pervivan en la historia, el monasterio de Bonaval.



Monumento natural.




Las ruinas cistercienses.


Allí me crucé de nuevo con el Jarama, y unos pocos kilómetros más arriba cerré el círculo en Retiendas.


3 comentarios:

álvaro dijo...

Oye Germo, tu religión te impide llevarte un aislante cuando te vas a la montaña??? ya sé que abultan, pero lo encajas entre las alforjas y no pesan, y hacen lo de dormir en el suelo, vivac o no, mucho más llevadero :D

joder, vaya aventura cabrón. A ver cuando podemos organizar una de estas, en España o no...

Child in time dijo...

Espero que te quedes con la ruta para hacerla algún día los de la Trinchera juntos. No estaría mal, eh

Ander dijo...

Qué buen viaje, Germán. Verás cómo acabas disfrutando de las acampadas libres y durmiendo mejor en la puñetera calle que en casa...