jueves, 12 de marzo de 2009

Jack Panama, la comida

Como ya comenté, Panamá cayó en su día bajo el influjo estadounidense; sabemos que la mano de Franklin, Roosevelt y Lincoln es larga. Y como el influjo gringo se basa en el hambre pues estaba claro que la comida también iba a ser Made in USA.


Con todo esto digo que no había una variada gastronomía claramente panameña. Comí todos los días en el mismo bar-restaurante, el Café Boulevard Balboa, y el menú del día, curiosamente, era bastante parecido a los de un restorán (leánlo con acento caribeño, no se me enojen ni se me pongan bravos) español, así que no eché de menos la comida a la que estoy acostumbrado. Sí que pude apreciar pequeños detalles diferentes: los zumos y los cocktails -cócteles- de marisco y ensalada. Como el trópico manda, pues hay mucha fruta, y por tanto hay mucho zumo, además, a la gente le gusta pedírselos como bebida para la comida en sustitución de la cerveza, el agua o el tinto de verano. Reivindicación del zumo como bebida no sólo de postre. Luego también gustaban de pedirse un pequeño entrante, una copa con ensalada fría y marisco, y un aliño muy alimonado, quizás con lima.




El Café Balboa, estratégicamente situado en la Avda. Balboa, junto a la obra. en primera plano, a contraluz, podemos ver a uno de los numerosos vigilantes privados que abundan en el centro, pistolón al cinto.


El primer día, cuando vi lentejas en el primer plato, no pude evitar pedirlas, con la curiosidad de saber cómo las harían. Muy caldosas, digamos, con muy muy pocas lentejas, y muy sueltas, y trozos bastante grandes de ternera. Pero lo sorprendente de este restaurante no estaba en la carta, sino en la dirección.


El dueño del restaurante era un gallego de más de sesenta años. Para que la casualidad no se quedara sólo en eso resulta que era de Carballiño, donde yo había estado 3 semanas antes. Se vino a Panamá con su mujer cuando tenían veintitrés años y ya no necesitaron volver. Cuando le pregunté que si se vivía bien me contestó que si no para qué iban a quedarse allí. El tío tenía muy buena conversación y no dudaba en sentarse a la mesa. Llevaba muy bien el restaurante, y era un local lleno de movimiento, y según contaban, a cualquier hora. Cuando le comenté que si no servía licor-café o crema de orujo o tarta de Santiago me dijo que no, que eso lo reservaba para el Hogar del Español, que cada dos años se volvía tres meses a la tierra y ya no volvía con los bolsillos vacíos como la primera vez.




Compañeros de laburo y mesa. Representando Colombia, Perú y España.


Panamá quizá no tenga una gastronomía propia, pero a cambio, ofrece toda la gastronomía mundial. Hay restaurantes chinos, japoneses, italianos, árabes, argentinos, mexicanos, españoles, peruanos. Y yo, para cenar, me decidí por estos últimos. Patata rellena, pollo a la andina, rica cerveza Cusqueña o algo así y de postre flan (gracioso que con los giros del idioma siga llamándose flan), que de pura bomba era casi tocino de cielo, claro que yo encantado.




Vistas desde el segundo piso de la torre, como mirando desde el restorán, con vistas a la bahía, Panamá la Vieja al fondo.

Espero haberos hecho la boca agua, ya que escribo a la hora de comer. Uhmm...comer.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Joder qué hambre Germán. Te juro que voy a colgar lo de las lentejas ne BPC, pero es que desde el curro me parece un canteo...

Gracias por el informe Panamá :)

Anónimo dijo...

Hombre, yo no lo he leído a la hora de comer y hambre, hambre tampoco tengo mucha, porque me he apretado unos macarrones al pesto siciliano para cenar, pero vamos, que los cambiaba yo por culquiera de las cosas que comiste en Panamá.

El de BPC, a ver si hace una actualización maja en dicho blog.

¿Para cuando Bremen?